Ayer soñé que soñaba,
y entre mis dedos salían,
gotas dulces de alegría,
mientras mi alma sanaba,
enlazada la tuya a la mía.
Soñé ayer que soñaba,
y en lo que tu me decías,
mi vida forma tomaba,
indómito corcel me volvía,
de energía retomada.
Ayer soñé que soñaba,
que en mi brioso cabalgar
era capaz de alcanzar,
tocado en tu luz dorada,
la mejor de las hazañas.
Soñé ayer que soñaba,
que mientras esto hacía,
el fin del sueño llegaba,
mas me aferraba a tu guía,
cabalgando en esa playa,
de mar de ensueño bañada,
que sin llegar a despertar,
permite a los sueños jugar,
entre luces, bajo el alba,
robándole al firmamento,
el brillo de su última lágrima.
Permíteme soñar de nuevo,
envuelto en su luz todavía,
permíteme vivir mi sueño,
pues ahí soy yo aún el dueño,
de lo que me roba el día.
Sueños empapados de gotas de agua
que cubren las almas de dos cuerpos unidos
mientras la luz les envuelve en la melodía del amor.
Bellísimo tu poema, como todo lo que escribes.
Un beso.